ROSA CRESPO - Premio a la Solidaridad-
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La Fundación Centro de Solidaridad de Zaragoza, que desarrolla desde hace 25 años un centro de acogida para extoxicomanos - Proyecto Hombre- , otorgó el pasado 2 de junio el segundo premio a la Solidaridad a Rosa Crespo.
En el mismo acto tuvo un especial reconocimiento el Arzobispo Emerito de Zaragoza don Elias Yanes, quien contribuyó decisivamente a la constitución de esta Centro, con el caracter de diocesano.
Esta es la semblaza que para ese acto realizó el catedrático de la Universidad de Zaragoza Guillermo Fatás y directo del Heraldo de Aragón Guillermo Fatás,
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SEMBLANZA DE ROSA CRESPO
Hablemos, pues, un poco de Rosa. De esta conciudadana nuestra cuya vida se truncó a los 47 años. Hablemos de Rosa Crespo Biel, zaragozana, nacida el 9 de agosto de 1962 y muerta el pasado mes de enero, en la tierra torturada de Haití.
Un año importante, y no lo digo solo porque ella viniera al mundo. Fue también el año del Concilio Vaticano II, de la boda de Juan Carlos y Sofía y de la crisis de los misiles. El Caribe, como si quisiera llamar la atención de la recién nacida, enviaba una noticia tras otra a los teletipos: Estados Unidos comenzó el bloqueo de Cuba, Jamaica se proclamó independiente del Reino Unido y, en la isla donde Rosa exhalaría años más tarde su último aliento, comenzaba el primero de sus tres gobiernos el dominicano Joaquín Balaguer y Estados Unidos amenazaba con el embargo de sus ayudas al siniestro tirano de Haití, François Duvalier.
Esta mujer estuvo en el Cuerpo Nacional de Policía durante veintidós de sus cuarenta y siete años de vida. Entró en la Policía por abajo, por la Escala Básica. Este el modo más duro de conocer el oficio. Ningún destino en el Cuerpo se distingue por ser particularmente cómodo, pero la base policial y la comodidad están más bien reñidas. Probablemente eso era un atractivo para Rosa, que se las arregló para sacar tiempo de estudio y superar las pruebas que, en 2003, la llevaron a ingresar en la Escala de Subinspección.
La hoja de servicios de Rosa muestra su paso sucesivo por las labores de seguridad ciudadana, por las de Policía Judicial, que es una función particularmente amplia y relevante del Cuerpo Nacional, y, ya con el doble laurel y el cerco dorado de subinspectora en sus hombreras, en tareas directivas de la lucha contra el maltrato a la mujer. La Jefatura Superior de Zaragoza había creado el conocido SAM, Servicio de Atención a la Mujer, y fue Rosa quien se encargó de esa jefatura de subgrupo. Todos tenemos conocimiento, tras unos años de sensibilización social en torno a este grave problema, de la crudeza y la exigencia de este servicio y de la importancia vital que tiene para las mujeres que necesitan de la protección y el apoyo físico, legal y psicológico del SAM, con mucha frecuencia convertido en la primea tabla de salvación de las que han sido agredidas, amenazadas y humilladas.
Muy bien tuvo que hacer el trabajo para recibir más de treinta felicitaciones públicas por su tarea y la Cruz al Mérito Policial con distintivo blanco. Esta condecoración, que ganó en 1999, no se regala y puede concederse por conductas sobresalientes en términos de patriotismo, lealtad al Cuerpo y utilidad para el servicio. Probablemente los tres motivos se aunaban en el comportamiento de Rosa. Porque era capaz, fuera de horas de servicio, de ir con su coche particular a patrullar por su cuenta y riesgo en busca de un violador en serie que, de madrugada, atacaba a chicas adolescentes y era de difícil captura.
La noticia del enorme terremoto fue preocupante, porque su nivel fue de 7,3 grados en la escala de Richter. Es lo que algunos sismólogos denominan un seísmo mayor. Cuando se supo en Zaragoza que Rosa no aparecía, Internet reflejó los sentimientos de muchos conciudadanos hacia ella. Oigamos algunos: “Rosa, vuelve, eres muy fuerte, tienes que andar por ahí”, escribía Noelia; Miguel, Lily, Bea y Ale decían: “Rosa, no desfallezcas. Por favor, vuelve. Zaragoza te necesita: las mujeres, los sordomudos, tus vecinos, tus hijas, tu marido. Te queremos, vuelve, por favor”. Luz explicaba a los internautas “su gran capacidad como profesional y, sobre todo, como persona”. Había estado con Rosa en Navidad y la notó “orgullosa del trabajo que estaba haciendo en Haití”. Quizá el deseo más conmovedoramente expresado fuera el de Olga, una empleada de la limpieza de las oficinas policiales, que la definía como “una gran profesional, pero, lo más importante, una gran persona”. Pedía “a la Virgen del Pilar que la cuide, la proteja y nos la devuelva”, pues todos la esperaban “en Zaragoza con los brazos abiertos”.
No pudo ser. Siete días después del temblor de tierra, el 19 de enero, martes, durante la madrugada española, los equipos de rescate de la Unidad Militar de Emergencias española clausuraron las esperanzas de los zaragozanos y de tantos otros españoles como estaban siguiendo el trágico caso.
Pero, ¿qué es lo que hizo Rosa? Lo que hacía siempre Rosa en cualquier parte donde estuviera era lo que siempre hace la gente que ayuda a la gente. Hija y esposa de sordos, estaba empeñada desde muy joven en lograr que se comunicaran mejor con el mundo, y el mundo con ellos. Es una tarea ardua, en la que llegó a la excelencia e incluso ejerció como intérprete en ocasiones importantes. Lo hizo antes de ser policía y también después. Lo hizo en España y lo siguió haciendo en Haití.
Las noticias subrayaron su destino oficial. Esto es, que formaba parte del destacamento de treinta y tanto miembros de la de Policía y la Guardia Civil que estaban en Haití a las órdenes de la ONU. Rosa era escolta de un alto cargo de la ONU, que murió a la vez que ella. Era una misión de riesgo, porque Haití, con o sin terremoto, es un país inseguro. Pero, incluso en esas circunstancias, los policías tienen algunas horas de libranza. Rosa las empleó en lo mismo que en España: en echar una mano a la población sorda y en proteger a los más débiles. Si en Zaragoza había logrado que 36 sordos pudieran trabajar en Figueruelas, en Puerto Príncipe quiso aportar sus conocimientos a los sordos haitianos, más desvalidos aún que de costumbre.
Acostumbrada a lidiar con la violencia ejercida contra la mujer y con el orillamiento que sufren quienes carecen de audición, no se sabe muy bien cómo, pero se las arregló para crear dos entidades de ayuda en la asolada capital haitiana. De forma muy acorde con su carácter optimista, activo y jovial, bautizó a una de ellas como “Los GuaPoS”, esto es, los GUArdias y POlicías Solidarios, que sigue en activo para ayudar a quien más lo necesite. Tras su muerte, llegó a Zaragoza la carta de una madre haitiana cuyo niño, moribundo y esquelético cuando Rosa lo conoció, había sobrevivido al horror y, a pesar de su corta edad, preguntaba por su amiga española.
Su muerte en acto de servicio le valió póstumamente la Medalla de Plata al Mérito Policial. La condecoración, de forma redonda, pende de una cinta verde en cuyos bordes están los colores nacionales. La inscripción que figura en su reverso dice, escueta y expresivamente: “Servicio. Sacrificio”. A su querida Zaragoza llegó con ella impuesta, pues el ministro, en Torrejón de Ardoz, la prendió en la bandera nacional que cubría su ataúd. La vasta explanada de la Plaza del Pilar era un mar de silencio al paso de la comitiva fúnebre. Se oían solamente los pasos acompasados de los agentes de uniforme sobre el fondo impresionante de la música de luto. El féretro, a hombros de sus compañeros del Servicio de Atención a la Mujer, se guarecía bajo la bandera de España. El Pilar apenas bastó para dar cabida a tantos conciudadanos como quisieron entregar a Rosa, a su esposo y a sus hijas, el caudal de afecto que era la mejor cosecha de una vida de servicio y sacrificio, asumidos con alegría y amor al prójimo. Aquella muchedumbre la respetaba y la quería y fue a decírselo en la Casa de su querida Virgen del Pilar. Y muchos lloraron y aplaudieron cuando el arzobispo Ureña atestiguó que Rosa había muerto “ejerciendo la caridad”. No puede pedirse mejor colofón para una biografía.
Y esta fue, y será, la persona a quien el jurado ha discernido, con evidente justicia, el Premio a la Solidaridad creado por Proyecto Hombre. Os pido un aplauso a su ejemplar memoria.
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